martes, 27 de marzo de 2012


Esta bien. Quiero cerrar el círculo.
Tú lo empezaste, describiendo surcos en la nada, creando el tiempo perdido.
Me encontraste y me ofreciste un camino lleno de calamidad, de cabezas enredadas, de pensamientos que dan una emoción a cambio de un abrazo.
Caminamos por calles que se cruzaban y se mezclaban en olores encontrados una y otra vez. 
Notre grand amour est mort.
Pienso que la realidad coexistía en aquellos momentos paralela a la verdad de lo que debía ser.
Yo te propuse
Te prometí
Encontré la naturaleza de lo imposible e impredecible.
Te cojo, obligo, toco, digo, grito, hablo constantemente y callo.
Y también puse el jarrón bordando el aire, apunto de caer y extorsionar lo estable de dos manos juntas.
Desnuda imagen que quiere mostrar y no te convence. Ni las lágrimas te conmueven.
Desabrigo de la noche, momento ausente…ni las lágrimas te conmueven.
Quiero cerrar el círculo. Le temps perdu


jueves, 22 de marzo de 2012

Quiero cerrar el círculo. Y lo siento por no tener ningún mensaje para ti, algo para ti. Tú tampoco tienes nada para mi. No te puedes fiar de una melodía.

                                                                                  

martes, 13 de marzo de 2012


Y le ruego que no intente despertarla, aunque no podría, hiciera lo que hiciese. Está profundamente dormida y no se da cuenta de nada. - La mujer lo repitió-: Continuará dormida y no se dará cuenta de nada, desde el principio hasta el fin. Ni siquiera de quién ha estado con ella. No debe usted preocuparse.
Con la llave todavía en la mano, Eguchi encendió un cigarrillo. Dio una o dos chupadas y lo apagó; pero fumó otro hasta el final. No era tanto porque se estuviera ridiculizando a sí mismo por su ligera aprensión como por el hecho de sentir un vacío desagradable. Solía tomar un poco de whisky antes de acostarse. Tenía un sueño precario, con tendencia a las pesadillas. Una poetisa muerta de cáncer en su juventud había dicho en uno de sus poemas que para ella, en las noches de insomnio, «la noche ofrece sapos, perros negros y cadáveres de ahogados». Era un verso que Eguchi no podía olvidar. Al recordarlo ahora se preguntó si la muchacha dormida -no, narcotizada- de la habitación contigua podría ser como el cadáver de un ahogado; y vaciló un poco en acudir a su lado. No le habían dicho cómo la sumían en el sueño. En cualquier caso, estaría en un letargo anormal, sin conciencia de cuanto ocurriera a su alrededor, y por ello podría tener la piel, opaca y plomiza de una persona atiborrada de drogas.


miércoles, 7 de marzo de 2012