lunes, 9 de abril de 2012

Nunca creí que en algún momento algo se interpondría. Tu vida, repleta de rosas con espinas y limones amargos en heridas abiertas, de luchas contra gigantes y de carroñeros que se comen los nidos, no fue impedimento para querernos y mantenernos contigo pese a todo.
Tu tristeza me empequeñecía y acobardaba mi valor, aunque fui sin embargo una experta en cuidar tus desvelos y permanecer pegada como una lapa a tu falda.
Recuerdo una tarde en que entré a la iglesia y puse una vela por ti para que esos dolores cesaran, pero en aquel entonces era una niña y ahora ya no tengo fe. También recuerdo cuando cogías mis pequeñas manos, y las acariciabas para que el dolor del día pasara lo mas rápido posible. Tú no tenías culpa. Siempre mantuviste un vínculo que ahora lloro por perder.
Te voy a echar de menos más que a cualquier amante o amiga que pueda tener.



El 5 de julio de 1981 David, el hijo de Romy Schneider, muere trágicamente a la edad de 14 años: trepando las rejas de su casa, resbala y queda atravesado por una de ellas que le perfora los intestinos. La actriz nunca más se recuperará.

Romy Schneider, gran fumadora, desolada y solitaria, intenta ahogar su pena en el alcohol. El 29 de mayo de 1982 -a los 43 años- apenas 10 meses de la muerte de su hijo, la encuentran muerta en su apartamento de París. Está enterrada junto a su hijo David a pocos kilómetros de París, ciudad que amaba con locura y donde admitía haber vivido sus pocos momentos de felicidad.