En otros tiempos, prados,
bosquecillos y arroyos; la tierra y las visiones cotidianas me parecían nimbadas
con el celeste resplandor.
La gloria lozanía de un sueño.
Ahora ya no es lo mismo que
antaño. Donde quiera que me vuelva, así en la noche como en el día, ya no me es
dado ver lo que antes vi. Pero hay un árbol, entre muchos, uno… una única pradera
que yo había contemplado, ambos evocan algo que se había perdido. A mis pies, el “no me olvides” reitera
idéntico recuerdo.
¿A dónde ha huido el resplandor visionario? ¿Dónde están
ahora la gloria y el sueño?