sábado, 11 de febrero de 2012


 Ella siguió retrocediendo. Descansaba un codo en los anaqueles y parecía deslizarse sobre ellos, como a punto de desaparecer entre los libros. Robbie oyó un sonido débil y húmedo, como el que uno produce cuando se dispone a hablar y la lengua se despega del velo del paladar. Pero ella no dijo nada. Fue justo entonces cuando a él se le ocurrió que quizás ella no le estaba rehuyendo, sino atrayéndole hacia un espacio de penumbra más tupida. Desde el momento en que había pulsado el timbre no tenía nada que perder. De modo que avanzó lentamente hacia ella mientras ella iba retrocediendo, hasta que, al llegar al rincón, se detuvo y le observó acercarse. Él también se detuvo, a menos de un metro. Estaba ahora lo bastante cerca y había luz suficiente para ver que ella tenía lágrimas en los ojos y se esforzaba en hablar. Por el momento no lo conseguía, y movió la cabeza para indicarle que debía esperar. Se volvió hacia un costado y formó una campana con las manos para taparse la nariz y la boca, y se apretó con los dedos los rabillos de los ojos. Recuperó el dominio de sí misma y dijo: —Hace de esto semanas... —Se le estrechó la garganta y tuvo que hacer una pausa. Él tuvo al instante un atisbo de lo que ella quería decir, pero lo rechazó. Ella respiró hondo y continuó, más reflexiva—. Quizás meses. No lo sé. Pero hoy... todo el día ha sido raro. Lo veía todo extraño, como por primera vez. Todo me parecía distinto..., demasiado intenso, demasiado real. Hasta mis manos me parecían diferentes. En otros momentos me parece ver lo que sucede como si hubiera sucedido hace mucho tiempo. Y he estado todo el día furiosa contigo... y conmigo misma. Creí que me alegraría de no volverte a ver o de no hablarte nunca más. Pensé que te irías a la facultad de medicina y que yo me alegraría. Estaba tan enfadada contigo... Supongo que ha sido una manera de no pensaren eso. De lo más oportuna, la verdad...Lanzó una risita tensa.
— ¿En eso? —dijo él. Hasta ahora, ella había mantenido baja la mirada. Cuando habló de nuevo le miró. El vio sólo el destello en el blanco de sus ojos.
 —Tú lo sabías antes que yo. Ha ocurrido algo, ¿no? Y tú lo sabías antes que yo. Es como acercarse a algo tan grande que no lo ves. Ni siquiera ahora estoy segura de verlo. Pero sé que está ahí. Ella bajó la mirada y él esperó.—Sé que está ahí porque me ha hecho comportarme de un modo ridículo. Y tú, por supuesto... Pero lo de esta mañana..., no he hecho nunca nada semejante. Después estaba muy enfadada. Incluso mientras lo hacía. Me decía a mí misma que te había dado un arma contra mí. Luego, esta noche, cuando empezaba a entender..., bueno, ¿cómo he podido ser tan ignorante sobre mí misma? ¿Y tan estúpida? —Dio un respingo, asaltada por una idea desagradable—. Tú sabes de qué estoy hablando. Dime que lo sabes.
Tenía miedo de que no compartieran algo, de que todas sus suposiciones fueran erróneas y de que con sus palabras se hubiese aislado aún más y él la juzgara una idiota.
Él se acercó más.—Sí. Lo sé exactamente.