viernes, 8 de noviembre de 2013

Ophelia murió de frío en una bañera

París arde dentro de mi como una gran bola de fuego. Recorre mi pecho, se acoge al reloj que hay en él y va marcando el ritmo. Este París que es ahora llamas fue en otro momento el azul más claro e ingenuo, vía recta sin pérdida, clara imagen de lo que parecía ser la más sincera ciudad que hubiera habitado. Ahora es cuchilla de doble filo donde a tientas puedes andar. Ya nada en este París mío es auténtico, ya nada se sabe de lo que fue, sólo se sabe el olor de las llamas, inquietas por salir y cubrirlo todo de fuego; y los violentos coletazos de una tensión a punto de saltar como una bomba y hacerlo todo cenizas. Porque ya nada será la ciudad que nos dimos a conocer. Porque el ahora ha ganado al antes. Porque ese juego pintado a tiza en el suelo será , al fin, borrado por el fuego de nuestro olvidado París.